Modo de preparación
Picar la cebolla y el ajo y sofreírlos durante 8 minutos en la mantequilla y el aceite de oliva a fuego moderado.
Añadir los calabacines, sin pelar y cortados en cubos pequeños. Agregar sal y pimienta y freír también, revolviendo periódicamente.
Echar la harina y remover durante 2 minutos, luego verter la leche en un chorro fino.
Batir con batidor de alambre hasta que la mezcla se homogeneice y no queden grumos de harina. Sazonar con nuez moscada y cocinar por 10 minutos hasta obtener una bechamel espesa y suave.
Si no te gusta sentir trocitos de calabacín en las croquetas, puedes hacer puré mientras la mezcla está caliente
Verter en un bol y tapar con film transparente para que se adhiera bien a la mezcla, esto evitará que se forme una costra.
Cuando la bechamel se haya enfriado por completo, meterla en el frigorífico durante unas horas, al menos 4-5, para que solidifique lo suficiente.
Para formar las croquetas, toma una porción de la mezcla en tu mano - tanto como cerrar un puñado para que no se salga. Amasando, sin presionar mucho todo el tiempo, haz albóndigas oblongas redondeadas. Si queda desagradablemente pegajoso, mojarse las palmas de las manos después de cada croqueta.
Pasar primero por harina, luego por huevo y finalmente por pan rallado. Disponer las croquetas formadas en una bandeja cubierta con papel de horno.
Rociar las croquetas de calabacín con aceite de oliva y colocarlas en el horno precalentado a 250 grados. Es importante que la temperatura sea muy alta, de lo contrario se resquebrajarán y se derramará la mezcla del interior.
Sin embargo, las croquetas generalmente se fríen por poco tiempo en aceite muy caliente y así siempre quedan perfectas. Pero en esta versión, en el horno, son más sanas y quedan maravillosas, siempre y cuando sigamos esta condición de horneado.
Cuando veas que están ligeramente rosadas, están listas y los puedes servir calentitos con tu salsa favorita.
¡Buen provecho!