Modo de preparación
Tamiza la harina en un tazón grande y haga un hueco en el centro. Vierta en él agua ligeramente tibia (que no supere la temperatura corporal), en la que se disuelve el azúcar y la levadura. Espera unos minutos hasta que burbujee y añade el aceite de oliva.
Comienza agregando harina poco a poco desde los lados hacia el centro, amasando con los dedos hasta que el líquido absorba toda la harina.
Agrega la sal a la masa y amasa sobre una superficie enharinada hasta que quede suave y elástica. Si es necesario, añade un poco de harina.
Forma una bola con la masa, devuélvela al bol ligeramente engrasado y déjala reposar durante 40 minutos, cubierta con una paño limpio o film transparente.
Amasa durante uno o dos minutos la masa leudada y luego dale forma al pan. Hacer unos cortes con un cuchillo afilado y espolvorear con harina.
Poner el pan en un molde engrasado (en mi caso, de 22 cm de diámetro) y dejar reposar durante 40-50 minutos, dependiendo del calor de la habitación.
Precalienta el horno a 200 grados y mete dentro un recipiente ignífugo con agua para generar vapor. Antes de meter el pan, rocía rápidamente el interior del horno (fondo y laterales) con más agua y luego mete la bandeja, cierra la puerta inmediatamente.
Hornee durante 25-30 minutos o hasta que al pan esté dorado.
El resultado es un pan con una corteza perfecta, crujiente y deliciosa, que podrás comer aún caliente.
¡Disfrute de su comida!