Las berenjenas son una de las verduras de otoño más queridas. Fueron traídos a Europa por los árabes y rápidamente se convirtieron en parte de las cocinas nacionales locales, siendo particularmente populares en la cocina mediterránea.
Esto se debe tanto a sus cualidades gustativas superiores como a sus cualidades dietéticas saludables, lo que los convierte en una parte imprescindible de un menú saludable para perder peso. Se recomienda la ingesta diaria de berenjenas, ya que tienen la propiedad de reducir el colesterol en sangre, contienen pocas calorías y casi nada de grasa.
Sin embargo, ¿qué hacemos en pleno invierno cuando su precio se vuelve bastante salado y no queremos preservarlos? Entonces viene en nuestra ayuda el congelador, en el que podemos guardarlo sin problemas.
Es bueno que la berenjena esté cortada en trozos (ruedas o cubos), salada y escaldada durante unos minutos en agua hirviendo, para que se conserve el mayor tiempo posible en el congelador sin que pierda una parte importante de su sabor.
Los amantes del delicioso köpoolu (kiopoolu) pueden congelar berenjenas al horno preparadas. En este caso, se recomienda asar la berenjena hasta que esté lista, pelarla, escurrirla y luego congelarla.
No se recomienda congelar una berenjena cruda que no haya pasado por ningún tratamiento térmico porque perderá mucha agua y gran parte de su sabor al descongelarse, pero es posible.
Y mientras eliges el método más adecuado para conservar las berenjenas en el congelador, puedes preparar berenjenas al horno, berenjenas rebozadas o incluso una apetitosa ensalada de berenjenas.