Los grandes supermercados están saturados de diferentes tipos de leche: en botellas de plástico y de vidrio, en bolsas blandas, incluso puedes comprarla en las máquinas expendedoras ambulantes. Algunas leches se almacenan durante tres días, otras una semana, otras incluso diez, y sucede que su vida útil llega a los seis meses.
Algunas leches están pasteurizadas y se conservan menos, otras están ultrapasteurizadas y duran más, y otras se esterilizan, después de lo cual se pueden almacenar de forma segura en la cocina, incluso sin frigorífico.
La leche pasteurizada es leche entera en la que los microorganismos han sido destruidos mediante calentamiento. La leche entregada a las lecherías se calienta a + 72 °C (raramente a 90 ºC) en máquinas de pasteurización especiales.
Se trata de un calentamiento de corta duración, que dura unos 20 segundos y luego se enfría rápidamente (en 30 segundos). También existe la ultrapasteurización: esto es cuando la leche se lleva a una temperatura de 130 o 140 grados literalmente en fracciones de segundo.
Después de la pasteurización la leche se vierte en botellas limpias y desinfectadas y se sellan con una tapa de aluminio o de otro modo. La leche pasteurizada y embotellada se puede beber directamente.
La esterilización es cuando la temperatura de la leche sube por encima de los 130 grados y se mantiene a esa temperatura durante más de unos minutos.
La esterilización tiene un fuerte efecto principalmente sobre el contenido de bacterias y, junto con las bacterias, debido a las altas temperaturas constantes, reduce el contenido de vitaminas y micro y macroelementos, por los que a menudo bebemos leche.
Además, el calcio pasa a una forma insoluble, que el cuerpo absorbe mal, y esto ciertamente no es necesario para nadie. Es por eso que los productores de leche modernos prácticamente no utilizan la esterilización, prefiriendo la pasteurización o incluso la ultrapasteurización, lo que deja la posibilidad de que la leche permanezca en su estado natural.
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