La historia de muchos tipos de queso es interesante e intrigante, no solo por sus cualidades gustativas.
Y si alguien está interesado en leer cómo surgió el queso que comen, la historia del Tête de Moine Suizo seguramente les encantará, porque este queso tiene un origen extremadamente antiguo y muy interesante en su historia.
Tête de Moine como término se ha utilizado desde 1790, pero el queso tiene una historia mucho más antigua. El Monasterio de Bellelay fue fundado en 1136.
Por primera vez se menciona a los monjes del monasterio en relación con el queso que producen, ya en 1192. Pagaban una renta anual por varias propiedades con el queso producido en su abadía.
Así, el queso Belllelay se menciona por primera vez en un documento de 1570. Tradicionalmente en Jura, la reserva de queso en la abadía se contaba por cabeza de monje, de ahí el nombre Tête de Moine, que se traduce como cabeza de monje.
El queso Tête de Moine se elabora con leche de vaca sin pasteurizar. Se produce únicamente con leche de vacas que pastan en verano en los exuberantes prados alpinos de las montañas del Jura. Por lo tanto, la calidad del queso es tan maravillosa que durante mucho tiempo sirvió como equivalente monetario.
Este queso se elabora únicamente en calderos de cobre. El cuajo es animal, y las características gustativas dependen de la exposición. El queso Tête de Moine, cuya receta se ha mantenido inalterable durante siglos, se envejece en frescas bodegas sobre tablas de abeto.
A cada cabeza, como se llama la rueda de queso, se le da vuelta regularmente y se lava con una salmuera fuerte. Como resultado, el queso se cubre con una corteza marrón. Su sabor es especiado y delicado a la vez. Es lindo, lujoso e interesante. Su aroma es inesperado.
Este queso madura de 3 a 4 meses. El Tête de Moine no se corta con un cuchillo ordinario, sino que se ralla en rosados con un cuchillo especial llamado Girol, que fue inventado especialmente para tal fin.
De forma tan hermosa, el queso es adecuado como aperitivo y como guarnición de ensaladas, acompañado de pan de campo con pasas. Y cuando se trata de queso, también hay que mencionar el vino, que lo convierte en una buena compañía. Estos son Pinot Blanc, Riesling, Syrah.
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